LA NOTICIA

Fueron tres días larguísimos. Hablaba con César por teléfono al menos dos o tres veces diarias, pero durante esos días era él siempre el que llamaba y yo intentaba poner escusas para que las conversaciones fueran lo más escuetas posibles,... estoy con un cliente, estoy con mi madre, estoy cansadísima.... Temía que me descubriese y que se diese cuenta de que algo pasaba. No sé como lo hace, o como de mal lo hago yo, pero siempre me descubre cada vez que quiero darle una sorpresa, de hecho creo que ésta ha sido la única sorpresa ,que yo recuerde, que he podido llevar hasta el final sin que sospechase nada.

Deseaba locamente que llegase la tarde del viernes para poder compartir con él ese pellizco de alegría que albergaba en la boca del estómago.

¿Y cómo se lo cuento? Pensé en llevarlo a La Marisma (restaurante donde comimos el día que nos casamos) y contárselo entre camarones del porreo y almejas al aceite de Baena, pero no iba a ser capaz, mi cara me delataría en el segundo uno tras cruzar la puerta de casa con su maleta en la mano. Así que decidí que fuera él quien descubriera con pistas la notica antes de mirarme a los ojos. Llené la escalera de mensajes. Se suponía que el bebé nacería el 20 de enero, así que le escribí un mensaje en la puerta diciendo que si descubría que significaba 2001 tendría un regalo.

Cada peldaño de la escalera esclarecía un poco más el significdo de ese número, ¿qué será? ¿un año? ¿una fecha?.... al final de la escalera le esperaba la prueba de embarazo coloreada de rosa, una foto que me bajé de internet de un embrión que tendría la misma edad y un manual para padres primerizos.

Y aún así me preguntó al llegar al final de la escalera... ¿estás embarazada?.

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